sábado, 23 de agosto de 2014

NOVENA A LOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS, JOSÉ Y MARÍA. Primer día “Pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella permanezca Mi Nombre para siempre. Allí estarán Mis Ojos y Mi Corazón todos los días.” 2 Crónicas, Capítulo 7, vs. 16 “Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman... La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando Yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando Yo hiera el país de Egipto.” *Éxodo, Capítulo 12, vs. 7 y vs. 13 Es tiempo de que las familias se consagren a los Corazones Unidos de Jesús y María, para unir nuestros corazones a sus Sagrados Corazones, a sus meritos, virtudes, recibir su santa protección y su especial bendición y amor. Consagrar es dedicar y ofrecer a Dios toda nuestra vida, todas nuestras alegrías, tristezas y esperanzas, uniéndonos estrechamente a su santidad y amor. Nuestra primordial consagración a la Santísima Trinidad, es el sacramento del Bautismo, donde recibimos el Espíritu Santo, infinitas gracias, que nos libera del pecado y del maligno. El Santo Bautismo nos hace hijos de Dios Padre y hermano de Jesucristo, miembros de su cuerpo místico que es la Iglesia. San Luís Maria Griñon de Montfort, nos explica una forma perfecta de renovar nuestra consagración bautismal, que consiste en consagrarnos al Inmaculado Corazón de María, para que a través de Ella, podamos ofrecernos más eficazmente a Dios, con una buena preparación, con tiempo de hacer un examen de conciencia y buscar la reconciliación con Dios; para vaciarte del espíritu del mundo, reflexionar para conocerme a mí mismo; conocer a la Santísima Virgen, contemplando sus virtudes, y conocer a Jesucristo y su obra redentora; para que hacer una consagración personal a Jesucristo por manos de María. Esto será como la sangre del cordero en el portal de sus corazones y sus hogares.

NOVENA A LOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS, JOSÉ Y MARÍA

Oraciones para todos los días:

Dios Padre Celestial, quiero pedirte perdón por todos mis faltas, errores y omisiones, con mucha humildad confieso que he cometido, muchos pecados de pensamientos, palabras y obras. Confió por tu gran misericordia, y por los meritos de los Sagrados y Dolorosos Corazones Traspasados de Jesús y de María, me limpies de toda mancha de maldad, borres todas mis culpas, renueves y santifiques mi vida, y me concedas la vida eterna, para adorarte, glorificarte y alabarte por siempre amén
OFRECIMIENTO DE VIDA
"Mi amado Jesús, delante de las personas de la Santísima Trinidad, delante de Nuestra Madre del Cielo y toda la corte celestial, ofrezco según las intenciones de tu Corazón Eucarístico y las del Inmaculado Corazón de María Santísima, toda mi vida, todas mis santas misas, comuniones, buenas obras, sacrificios y sufrimientos, uniéndolos a los méritos de tu Santísima Sangre y tu Muerte de Cruz, para adorar a la gloriosa Santísima Trinidad, para ofrecerle reparación por nuestras ofensas, por la unión de nuestra Santa Madre Iglesia, por nuestros sacerdotes, por buenas vocaciones sacerdotales y por todas las almas hasta el fin del mundo. Recibe, Jesús mío, mi ofrecimiento de vida y concédeme gracia para perseverar en el fielmente hasta el fin de mi vida. Amén."
Intenciones

Sagrada Familia de Nazaret, con confianza en la gran bondad de sus Sagrados Corazones, pedimos su protección y auxilio para nuestras familias, queremos depositar en sus santas manos, nuestras necesidades, oraciones, alegrías, tristezas, esperanzas y los anhelos de nuestros corazones.
Que siguiendo vuestros heroicos ejemplos de: alegría, bondad, confianza, fidelidad, justicia, honradez, humildad, generosidad, modestia, obediencia, prudencia, pureza, silencio, sencillez y caridad podamos amar con todo el corazón a la Santísima Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y dedicarnos a todas las obras de misericordias, que ha Dios le agradan, santificándonos en los cotidiano, amándonos los unos a los otros.
San José, custodio del Redentor, junto a la Santísima Virgen María, venid a rogar y a proteger a todos los hogares cristianos, guardad todos los dones, gracias y virtudes, que Dios ha derramado en nuestras vidas, para que sepamos emplearlos, según el plan de Dios, en nuestra santificación.
Corazones Unidos de la Sagrada Familia, que el Padre Eterno que les escogió como familia y sagrario del Redentor, alcanzadnos de la Santísima Trinidad, la felicidad, y las bendiciones necesarias para nuestros hogares, especialmente nuestras intenciones particulares (mencionarlas).
Sagrada Familia de Nazaret, rogamos por los niños, jóvenes y adultos, por los casados y por los consagrados, por todos los que sufren en el cuerpo o en el alma, los ancianos, los moribundos y por el eterno descanso de todos los difuntos, guárdanos a todos en sus sagrados Corazones, y líbranos de las seducciones del maligno y de todo mal. Amen.

CONSAGRACIÓN DE LAS FAMILIAS A LOS CORAZONES UNIDOS

Santísimos Corazones de Jesús, José y María, unidos en el amor perfecto, como nos miráis con misericordia y cariño, consagramos nuestros corazones, nuestras vidas, y nuestras familias a Vosotros. Conocemos que el ejemplo bello de Vuestro hogar en Nazaret, modelo para cada una de nuestras familias. Esperamos obtener, con Vuestra ayuda, la unión y el amor fuerte y
perdurable que Os disteis. Qué nuestro hogar sea lleno de gozo. Qué el afecto sincero, la paciencia, la tolerancia, y el respeto mutuo sean dados libremente a todos. Qué nuestras oraciones incluyan las necesidades de los otros, no solamente las nuestras. Y qué siempre estemos cerca de los sacramentos. Bendecid a todos los presentes y también a los ausentes, tantos los difuntos como los vivientes; qué la paz esté con nosotros, y cuando seamos probados, conceded la resignación cristiana a la voluntad de Dios. Mantened nuestras familias cerca de Vuestros Corazones; qué Vuestra protección especial esté siempre con nosotros.

Sagrados Corazones Unidos de Jesús, José y María, Vosotros son uno al desear la salvación, santidad, y santificación de cada alma. Consagramos a Vosotros nuestra familia, buscando Su Victoria en nuestros corazones y en el mundo. Reconocemos la perfección de Su Misericordia en el pasado, la abundancia de Su providencia en el futuro, y la suprema soberanía de la Divina Voluntad del Padre en el momento presente. Deseamos ser parte de Su reinado triunfante que comienza en este momento presente con nuestro “sí” al Amor Santo y Divino. Con la ayuda de Su gracia queremos vivir esta consagración en cada momento futuro. Así estaremos unidos en Su triunfo, queridos Corazones Unidos de Jesús, José y María. Amén.

Rezar: Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Primer día

“Pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella permanezca Mi Nombre para siempre. Allí estarán Mis Ojos y Mi Corazón todos los días.” 2 Crónicas, Capítulo 7, vs. 16

“Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman... La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando Yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando Yo hiera el país de Egipto.” *Éxodo, Capítulo 12, vs. 7 y vs. 13

Es tiempo de que las familias se consagren a los Corazones Unidos de Jesús y María, para unir nuestros corazones a sus Sagrados Corazones, a sus meritos, virtudes, recibir su santa protección y su especial bendición y amor. Consagrar es dedicar y ofrecer a Dios toda nuestra vida, todas nuestras alegrías, tristezas y esperanzas, uniéndonos estrechamente a su santidad y amor. Nuestra primordial consagración a la Santísima Trinidad, es el sacramento del Bautismo, donde recibimos el Espíritu Santo, infinitas gracias, que nos libera del pecado y del maligno. El Santo Bautismo nos hace hijos de Dios Padre y hermano de Jesucristo, miembros de su cuerpo místico que es la Iglesia. San Luís Maria Griñon de Montfort, nos explica una forma perfecta de renovar nuestra consagración bautismal, que consiste en consagrarnos al Inmaculado Corazón de María, para que a través de Ella, podamos ofrecernos más eficazmente a Dios, con una buena preparación, con tiempo de hacer un examen de conciencia y buscar la reconciliación con Dios; para vaciarte del espíritu del mundo, reflexionar para conocerme a mí mismo; conocer a la Santísima Virgen, contemplando sus virtudes, y conocer a Jesucristo y su obra redentora; para que hacer una consagración personal a Jesucristo por manos de María. Esto será como la sangre del cordero en el portal de sus corazones y sus hogares. Su Santidad Benedicto XVI en ha reiterado que; El Corazón de Jesús que es Manifestación del amor de Dios: “En el lenguaje bíblico, el «corazón» indica el centro de la persona, la sede de sus sentimientos y de sus intenciones. En el corazón del Redentor adoramos al amor de Dios por la humanidad, su voluntad de salvación universal, su infinita misericordia. El culto al Sagrado Corazón de Cristo significa, por tanto, adorar a ese Corazón que, después de habernos amado hasta el final, fue traspasado por una lanza y desde lo alto de la Cruz derramó sangre y agua, manantial inagotable de vida nueva…El corazón que más se asemeja al de Cristo es, sin duda, el corazón de María, su Madre Inmaculada, y precisamente por este motivo la liturgia la presenta a nuestra veneración. Respondiendo a la invitación dirigida por la Virgen en Fátima, encomendemos a su Corazón Inmaculado el mundo entero para que experimente el amor misericordioso de Dios y experimente la auténtica paz” (Papa Benedicto XVI; Angelus del Domingo 05/06/2005). Y con motivo del aniversario 50 de la Encíclica de Pio XII, sobre el Sagrado Corazón de Jesús, Benedicto XVI nos escribe: “Las palabras del profeta Isaías, "sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación" (Is 12, 3), con las que comienza la encíclica con la que Pío XII recordaba el primer centenario de la extensión a toda la Iglesia de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, no han perdido nada de su significado hoy, cincuenta años después. La encíclica Haurietis aquas, al promover el culto al Corazón de Jesús, exhortaba a los creyentes a abrirse al misterio de Dios y de su amor, dejándose transformar por él...El costado traspasado del Redentor es la fuente a la que nos invita a acudir la encíclica Haurietis aquas: debemos recurrir a esta fuente para alcanzar el verdadero conocimiento de Jesucristo y experimentar más a fondo su amor. Así podremos comprender mejor lo que significa conocer en Jesucristo el amor de Dios, experimentarlo teniendo puesta nuestra mirada en él, hasta vivir completamente de la experiencia de su amor, para poderlo testimoniar después a los demás. En efecto, como escribió mi venerado predecesor Juan Pablo II, "junto al Corazón de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar ciertas perversiones del corazón humano, a unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo. Así -y esta es la verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador- sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, se podrá construir la civilización del Corazón de Cristo" (Carta de Juan Pablo II al prepósito general de la Compañía de Jesús, 5 de octubre de 1986: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de octubre de 1986, p. 4). En la encíclica Deus caritas est cité la afirmación de la primera carta de san Juan: "Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él", para subrayar que en el origen del ser cristianos está el encuentro con una Persona (cf. n. 1). Dado que Dios se manifestó del modo más profundo a través de la encarnación de su Hijo, haciéndose "visible" en él, es en la relación con Cristo donde podemos reconocer quién es verdaderamente Dios (cf. Haurietis aquas, 29-41; Deus caritas est, 12-15). Más aún, dado que el amor de Dios encontró su expresión más profunda en la entrega que Cristo hizo de su vida por nosotros en la cruz, es sobre todo al contemplar su sufrimiento y su muerte como podemos reconocer de manera cada vez más clara el amor sin límites que Dios nos tiene: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). … En efecto, sólo se puede ser cristiano dirigiendo la mirada a la cruz de nuestro Redentor, "al que traspasaron" (Jn 19, 37; cf. Zc 12, 10). La encíclica Haurietis aquas recuerda, con razón, que la herida del costado y las de los clavos han sido para innumerables almas los signos de un amor que ha transformado cada vez más eficazmente su vida (cf. n. 52). Reconocer el amor de Dios en el Crucificado se ha convertido para ellas en una experiencia interior que les ha llevado a confesar, como santo Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn 20, 28), permitiéndoles alcanzar una fe más profunda acogiendo sin reservas el amor de Dios (cf. Haurietis aquas, 49)… Dios, que ha derramado su amor "en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (cf. Rm 5, 5), nos invita incesantemente a acoger su amor. Por consiguiente, la invitación a entregarse totalmente al amor salvífico de Cristo (cf. Haurietis aquas, 4) tiene como primera finalidad la relación con Dios. Por eso, este culto, totalmente orientado al amor de Dios que se sacrifica por nosotros, reviste una importancia insustituible para nuestra fe y para nuestra vida en el
amor. Quien acepta el amor de Dios interiormente queda modelado por él.” De la CARTA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI AL PREPÓSITO GENERAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS CON MOTIVO DEL 50° ANIVERSARIO DE LA ENCÍCLICA HAURIETIS AQUAS.
Oración:
Queridos y Amorosos Corazones de la Sagrada Familia de Nazaret, permitan que la Llama de Amor de Sus Corazones consuma mi propia voluntad.
Amado Salvador y Madre Bendita, acepten cada uno de mis pensamientos, palabras y obras, unidos a la pasión de Jesús, en reparación de todos mis pecados y los pecados del mundo entero. Querido Jesús, permite que Tu generosa Misericordia fluya incesantemente en cada alma. Ayúdame, querida Madre, a encontrar el camino a la Paz de Tu Corazón, Refugio de los pecadores. Te ruego que aceptes mis sacrificios y oraciones sin importar lo humildes que sean. Danos fe y paz a todos. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrados Corazones, nuestra fortaleza, esperanza, refugio del Amor Santo, santifiquen esta casa a través del Amor Divino. Abran el corazón de cada uno de los que habitan aquí a la santidad. Guíanos a través del camino de la caridad evangélica. Vengan a vencer sobre todo mal, aún si es una fuerza desconocida dentro de estas paredes, un hábito seductor, o algún apego voluntario que hayamos escogido nosotros mismos. Haz de esta casa un Santuario de la Misericordia Divina. Amén.

Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrados Corazones de Jesús, José y María, humildemente les pido que lleves mi corazón a la Llama del Amor Santo, que es el refugio espiritual de toda la humanidad. No veas mis faltas, ni mis fallas, más bien permite que estas iniquidades sean quemadas por esta Llama purificadora. A través del Amor Santo, ayúdame a ser santificado en el momento presente, y al hacerlo, darte a Ti, querida Madre, cada uno de mis pensamientos, palabras y obras. Tómame y úsame de acuerdo a lo que te sea agradable. Permíteme ser Tu instrumento en el mundo, todo para la mayor gloria de Dios hacia Tu victorioso Reino. Amén.

EN VÍDEOS

Del Corazón abierto de Nuestro Señor Jesucristo, brotó Sangre y Agua, con ellos todos los sacramentos y gracias que necesitamos para la vida eterna, Juan Pablo II el día de la canonización de sor Faustina nos explica: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal. 118, 1). Así canta la Iglesia en la octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (...) Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos." (Jn 20, 21-23). Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado. Es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. De este corazón sor Faustina Kowalska, la beata que a partir de ahora llamaremos santa, verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: "Estos dos haces -le explicó Jesús mismo- representan la sangre y el agua" (Diario, 299). ¡Sangre y agua! Nuestro pensamiento va al testimonio del evangelista San Juan, quien, cuando un soldado traspasó con su lanza el costado de Cristo en el Calvario, vio salir "sangre y agua" (Jn 19, 34). Y si la sangre evoca el sacrificio de la cruz y el don eucarístico, el agua, en la simbología joánica, no sólo recuerda el bautismo, sino también el don del Espíritu Santo (cf. Jn 3, 5; 4, 14; 7, 37-39)”. Fin de la cita JUAN PABLO II, fragmento de la homilía en día de la canonización de sor Faustina.

NOVENA A LOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS, JOSÉ Y MARÍA

DÍA 1. http://youtu.be/Swr9NxWQpEU
DÍA 2. http://youtu.be/0XybpKmGRYE
DÍA 3. http://youtu.be/AGZeoSe6eX4
DÍA 4  http://youtu.be/eaOW6r_FMpc
DÍA 5  http://youtu.be/0dYHIHRcxIQ
DÍA 6  http://youtu.be/Jzppn_ZAJvA
DÍA 7  http://youtu.be/9cTtJYeJBwA
DÍA 8 http://youtu.be/Ua5nIMORGVU
DÍA 9 http://youtu.be/VKp2LQNpDyQ